Desde antiguo, el entorno del río Manzanares ha sido escogido para el establecimiento de diversos asentamientos humanos, debido a la buena calidad del agua procedente de los macizos del Guadarrama, las características geológicas y la frondosidad del bosque mediterráneo.

En las primeras décadas del siglo XIX se empezaron a encontrar restos fósiles de grandes vertebrados en los alrededores del puente de Toledo, haciéndose más frecuente este tipo de hallazgos a lo largo de los años. Esto motivó que, en 1993, la zona conocida como Terrazas del Manzanares, en las que se localizan más de un centenar de yacimientos, tanto arqueológicos como paleontológicos fuera declarada Bien de Interés Cultural (BIC).

Esta zona abarca desde el límite con El Pardo, al norte, hasta el término municipal de Getafe, al sur. Los investigadores han concluido que las terrazas de ambas márgenes del río Manzanares han estado ocupadas por asentamientos humanos desde el Paleolítico, no sólo por las condiciones geológicas y naturales mencionadas antes, sino también por la accesibilidad, defensa y proximidad a materias primas. Así, al final del Cuaternario, hace unos 100.000 años, en el Paleolítico medio, los neandertales ya ocupaban las terrazas más bajas y próximas al río y, durante la Edad de los Metales, se, establecieron gran cantidad de poblados amurallados que nos hablan ya de un establecimiento y sedentarización en el territorio.

Bifaz del Manzanares del Paleolítico inferior localizado en el yacimiento de San Isidro (Fuente Wikipedia)

Bifaz del Manzanares del Paleolítico inferior localizado en el yacimiento de San Isidro (Fuente Wikipedia)

A los romanos tampoco se les escaparon las condiciones de estas tierras, donde construyeron buen número de asentamientos agrícolas y ganaderos, conocidos como “villae”, dedicados al abastecimiento de las grandes urbes y de las legiones establecidas en la Península.
Tras la reconquista, Madrid se fortifica y la zona perteneciente al campo es ocupada por la realeza castellana, atraída por su riqueza cinegética, construyéndose el Palacio de El Pardo, específicamente para practicar la caza y para el disfrute del ocio. Posteriormente, durante los siglos XVIII y XIX, se extiende la costumbre de bañarse en las aguas del Manzanares por parte de los madrileños, pero es durante el siglo XX cuando esta afición se muestra más arraigada, concretamente en áreas no urbanizadas como Puerta de Hierro o El Pardo, que los madrileños elegían por la calidad de las aguas y la existencia de parajes naturales.

Proyecto de Restauración Fluvial

Con estos antecedentes, para poder llevar a cabo el Proyecto de Restauración Fluvial del río Manzanares en el entorno del Real Sitio de El Pardo fue necesario realizar una prospección arqueológica tras la que la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad Autónoma de Madrid indicó que era necesario llevar a cabo un control arqueológico y paleontológico de los movimientos de tierra a realizar, y así se hizo.

Aunque para la segunda fase de las obras se pidió inicialmente también una prospección arqueológica, al no haberse llevado a cabo durante los trabajos movimientos de tierras, ésta no ha sido necesaria.